Algo no marcha bien cuando bebo

Primer Paso Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol; que nuestras vidas eran incontrolables
Evidentemente, nadie que esté en su juicio inten­tará resolver un problema a menos que crea que éste existe. Todo tratamiento efectivo del alcoho­lismo debe basarse en el reconocimiento del alco­hólico de su propia enfermedad.
Este reconocimiento, de impotencia y de una vida descontrolada, es la piedra angular del Pro­grama de los Doce Pasos. Sin ese reconocimiento el alcohólico comprobaría que es casi imposible utilizar los Pasos restantes con éxito.
¿Por qué?
Para comenzar, el alcohólico probablemente todavía bebe y nada, absolutamente nada, inter­fiere en la claridad de ideas, buen juicio y la acción eficaz de una manera tan poderosa como el ciclo de intoxicación y abandono.
De este modo hemos llegado a creer, junto a muchos alcohólicos en recuperación que conoce­mos, que toda la capacidad de un alcohólico para restablecer su cordura a través de los Doce Pasos depende del reconocimiento de la necesidad de una abstinencia total. Creemos que algunas medi­das poco eficaces, como la sustitución de alcohol por tranquilizantes o la alternancia de pequeñas «recaídas» con períodos de abstinencia, son casi tan destructivas como la ebriedad permanente.
Sin abstinencia, el alcohólico puede sentirse un poco mejor pero en realidad no se siente «bien».
Sólo se menciona el alcohol en el Primer Paso y su significado es claro: en él reside la idea funda­mental para conseguir la abstinencia ininterrum­pida.
Tal vez, más que en cualquier otro modelo de alcoholismo, el modelo de enfermedad crónica considera la abstinencia como un prerrequisito para la recuperación, ya que los procesos fisiológi­cos asociados a la enfermedad son en gran medida involuntarios. En pocas palabras, cuando el orga­nismo del alcohólico entra en contacto con el al­cohol o drogas similares, tiene lugar un proceso patológico que comienza a ejercer una reacción corporal.
Mediante el control de esta reacción, la enfer-
medad provoca en el alcohólico el deseo del alco­hol y la recurrencia al mismo.
El alcoholismo dice al alcohólico cuándo, dónde, con qué frecuencia y cuánto debe beber. El alcoholismo hace del alcohol la única medicina eficiente contra el estrés y las tensiones del bebe­dor. El alcoholismo lleva al alcohólico a poner la bebida por encima de cualquier otro interés y hace que la víctima beba a pesar de los problemas que le causa la bebida.
La progresión de esta enfermedad, a la larga, deja al alcohólico indefenso bajo el poder del al­cohol, haciendo que pierda todo control sobre su vida. Y es la capacidad para reconocer y admitir esta realidad la que motiva la recuperación.
He aquí cómo el alcoholismo produce este grado de impotencia y falta de control.

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