Defensas

Las defensas del alcohólico normalmente se cen­tran en torno a dos tipos de comportamiento que en términos de esta enfermedad son sin duda «malos»
Uno es beber. Esto no significa que el consumo de alcohol sea constitucionalmente malo para la mayoría de las personas, y no lo es. Pero beber es destructivo para el alcohólico, y en cierto punto llega a saberlo durante el desarrollo de la enferme­dad. El consumo de alcohol se debe justificar de alguna manera a pesar de las consecuencias desa­gradables que conlleva. A medida que el alcohólico pierde su control y la vida se hace incontrola­ble, estas justificaciones se vuelven cada vez más extravagantes.
El segundo comportamiento, por lo general cercado por un muro de defensas, trae consigo el fracaso en el desarrollo de un programa efectivo de recuperación. De este modo muchos alcohóli­cos intentan tratar su alcoholismo asistiendo al­guna vez a las reuniones de AA, dejándose ver en la consulta del psicólogo o bebiendo menos. Esto es como tratar de barrer un palacio con una pluma.
El siguiente es un breve examen de las defen­sas habituales del alcohólico. Adviértase cómo cada una de ellas impide ver al alcohólico cual­quier defecto en su propio plan de tratamiento.
La negación es la defensa clásica preferida por los alcohólicos de todo el mundo; según la situa­ción, puede presentarse como: «Digan lo que digan no tengo ningún problema con la bebida», o como: «¿Te das cuenta? Ya he dejado la bebida. No tengo que ir a AA nunca más». Cuando el alcohó­lico hace una negación, simplemente no quiere admitir la posibilidad de que el problema existe, a pesar de las evidencias.
La racionalización permite al alcohólico «dis­culpar» las características anormales de su forma de beber a través de «razones irrazonables». Así in-
sistirá ante su mujer en que la razón por la cual se embriagórdurante la cena obedece al hecho de que había estado trabajando demasiado última­mente, pasando por alto la circunstancia de que también se embriaga cuando no está trabajando tanto.
La externalización consiste en atribuirle las causas del consumo de alcohol a fuerzas externas a usted mismo, tales como el trabajo, la esposa, los hijos, los padres, la educación que recibió en la in­fancia y así sucesivamente. Una externalización como: «Tú también beberías si te hubieras casado (con él o con ella)», puede convertirse, con el paso del tiempo, en: «Tú también beberías si tu pa­reja te hubiera abandonado».
La minimización es otra defensa preferida, ya que permite al alcohólico admitir la existencia de un problema sin reconocer que éste le está com­plicando la vida. Por ejemplo: «Es verdad que bebo, pero no tanto», o «Siempre le grito a mi mujer, pero jamás le he pegado».
La teorización o intelectualización es la que mantiene a muchos alcohólicos entregados al al­cohol durante toda su vida. Estos bebedores ale­gan extensosv argumentos filosóficos o se embar­can en discusiones bizantinas para apartar la atención del problema principa 1. Un teórico reconocerá su problema con el alcohol, pero querrá discutir acerca de si el alcoholismo es o no una en­fermedad. Perdido en el palabrerío está el hecho de que, enfermedad o no, el bebedor ha eludido una vez más la responsabilidad de solucionar el problema.
Y así sucesivamente. Tales defensas no sólo contri­buyen a la recaída sino que también impiden al al­cohólico ver venir la reincidencia.

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