Enseñadme la salida

Segundo Paso Llegamos al convenci­miento de que sólo un poder superior a nosotros mismos podría devolvernos la cordura.
Para entender el Segundo Paso, póngase en el lugar de uno de los primeros miembros de AA, antes que el Gran blog fuera escrito, incluso antes de que la organización tuviera su nombre.
Si usted fuera un miembro del grupo, habría hecho durante su vida decenas de miles de prome­sas de dejar la bebida a cientos de personas dife­rentes. A veces lo consiguió por algunos meses, otras al cabo de una hora estaba bebiendo.
Puede haber sacrificado su trabajo, fortuna o fa­milia por la bebida. En realidad puede haberlo hecho en varias oportunidades.
Después de años de insistencia tenaz en hacer las cosas a su manera, finalmente, a regañadientes, usted llega a la conclusión de que es impotente ante el alcohol y de que su vida está descontro­lada. Pero luego se encuentra ante un nuevo di­lema: si fuera impotente, incapaz de recuperarse por su propia voluntad, entonces, ¿quién o qué le proporcionará la fuerza para aprender a vivir sin alcohol? ¿Quién le dará aquello que ha sido inca­paz de encontrar tantas veces en el pasado?
Obviamente la respuesta se debe encontrar fuera de usted mismo.
Aquí nace el concepto del poder superior (también conocido como el PS).
Sí, el poder superior es un concepto espiritual, pero ha perdurado para satisfacer una necesidad habitual del alcohólico en recuperación, contes­tando la pregunta: ¿Quién me dará la fuerza para hacer lo que debo?
Como se sabe, religión y espiritualidad no son la misma cosa. La religión es simplemente una forma que puede tomar la fe en el espíritu. El hecho de que existan muchas religiones es la evi­dencia de que la fe en el espíritu puede, y en efecto lo hace, tomar muchas formas.
La espiritualidad, sin embargo, trasciende estas formas. Las personas profundamente espirituales pueden ser católicos, protestantes, judíos, musul­manes, etcétera. Incluso pueden ser miembros de una iglesia no organizada.
Se ha de recordar que AA manifestó que su pro-
pósito no era excluir a causa de su religión a los que sufrían de alcoholismo, sino incluir a tantos alcohólicos como fuese posible. De este modo los Pasos, como el resto del programa de AA no forma parte de ninguna religión en particular.
Y de hecho, hay probablemente en AA tantos poderes superiores como alcohólicos.
Muchas personas en AA tienen una profunda educación religiosa, y para ellos el Poder Superior debe ser Dios en una forma u otra.
Como también hay agnósticos y ateos en AA, frecuentemente utilizan como Poder Superior cualquier cosa.
Por ejemplo, para muchos Alcohólicos Anóni­mos su Grupo de Acogida es su Poder Superior. Nos explican que creen que el Poder Superior se expresa mejor a través de las acciones del grupo. Poniendo en práctica los Doce Pasos, su programa espiritual es tan sólido como el de cualquiera. Más adelante narramos la historia de un alcohólico cuyo Poder Superior era un objeto inanimado.
Un punto importante: el Poder Superior jamás debe ser el alcohólico; ya sabemos que esto no funciona.
Observemos que el enunciado de este Paso em­plea las palabras «podría devolvernos la cordura» y no «nos devolverá la cordura» al describir lo que el Poder Superior puede hacer por el alcohólico.
¿No sería fabuloso si sólo fuera necesario creer en un poder más grande que usted mismo para que le devolviera la cordura automáticamente?
Nunca se tendría que preocupar por engañarse a sí mismo al permitirse «sólo una copa». Sabría qué decisión tomar en una crisis, no le afectarían los deseos incontrolables y estaría sereno, satisfe­cho de su suerte, feliz consigo mismo. Y podría pasar por alto los Pasos restantes.
Por desgracia esto no funciona de esa manera. Aunque el Segundo Paso afirma que existe algo que puede devolverle la cordura, tío asegura que ese algo lo hará.
En cambio el presente Paso ofrece una especie de pacto entre el PS y el que sufre de alcoholismo. Propone una relación activa en el estilo de: «Si tú haces esto, entonces tendrás la voluntad de hacer algo más.»
¿Qué debe hacer el alcohólico para cumplir su parte del pacto?
Persistir en la abstinencia, un día entero cada vez, si es necesario.
Asistir a las reuniones.
Y ponerse a trabajar con el Tercer Paso.
Aparte del tema del Poder Superior, la parte más discutida del Segundo Paso está relacionada con la salud mental.
Mucha gente se pregunta con frecuencia: ¿Son
los alcohólicos, realmente enfermos mentales? Sí y no.
En su mayor parte los alcohólicos no son enaje­nados en el mismo sentido que lo podría ser un esquizofrénico o un maníaco-depresivo. Aunque no es extraño encontrar alcohólicos que también sufren una enfermedad mental crónica, la gran mayoría no padece este tipo de dolencia.
Más aún, las investigaciones recientes nos in­ducen a pensar que lejos de beber para disimular 0 tratar una perturbación mental o emocional sub­yacente, el alcohólico sufre depresiones, cambios de humor, problemas de personalidad y manías en general a causa del alcoholismo y de la experien­cia de la bebida.
Hay indicios manifiestos, obtenidos de estu­dios que abarcan algunas décadas de las vidas de los pacientes, de que los alcohólicos no muestran una frecuencia especial de perturbaciones psicoló­gicas o de personalidad antes del comienzo del al­coholismo.
Hay, sin embargo, un tipo de trastorno que los alcohólicos comparten con casi todos los que su­fren de alguna adicción o de otras enfermedades crónicas. Esta forma particular de perturbación es menudo tan peligrosa para la salud mental y el bienestar del paciente como la esquizofrenia lo es para los que la padecen.
El desequilibrio al que nos referimos se pone de manifiesto en conductas como:
• Beber a pesar de saber que le traerá proble­mas.
• Beber a pesar del dolor y aflicción que pro­voca en aquellos que usted quiere.
• Beber a pesar del daño que usted sabe que está causando a su salud.
• Beber por alguien que lo ha desairado.
• Beber para probar que puede controlar la bebida a pesar de que su experiencia le ha demostrado que no puede.
• Romper con los amigos, la familia y con cualquiera que interfiera en su afición por la bebida.
• Culpar a otros del hecho de que usted no puede beber sin riesgos.
• Insistir, a pesar de todas las pruebas en con­tra, en que usted es «diferente» de otras per­sonas que sufren de alcoholismo.
• Buscar pretextos para recaer después de haber logrado un tiempo de abstinencia.
• Resistirse a los esfuerzos de aquellos que le rodean para conseguir que busque la ayuda que necesita.
• Permitir que su orgullo se imponga a la ne­cesidad de aceptar un tratamiento.
Todos los adictos comparten este tipo de dese­quilibrio y para ellos constituye, en todos sus as­pectos, algo tan peligroso como una verdadera en­fermedad mental.
Tal como un diabético que rechaza la insulina, o un paciente cardíaco que se empeña en trabajar dieciséis horas diarias, un alcohólico que esté do­minado por la irracionalidad se resistirá a recupe­rar la salud y, téngalo por seguro, ésta puede ser una lucha a muerte. Si esto no es enajenación mental, no sabríamos cómo calificarlo.

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