Juicios irracionales e improductivos

Todos tenemos un cierto número de juicios irra­cionales e improductivos que dificultan nuestra vida incluso cuando estamos sobrios. Por ejemplo:
1. «La vida no debería ser injusta conmigo.»
2. «No tengo problemas con el alcohol, como otros.»
3. «Ya quisieran los demás vivir como vivo.»
4. «Me aburro horrores. ¿Dónde estarán las emociones de la vida?»
5. «Jamás seré capaz de perdonar (olvidar) eso.»
Muchos, puestos a considerar estas ideas en le­tras de molde, se apresurarán a admitir que son improductivas e incluso absurdas. Sin embargo a veces actuamos como si se tratara de grandes ver­dades.
Piense en la mujer que clama ante la injusticia de ser una alcohólica. «¿Por qué yo?», se pregunta. Para lo cual la única respuesta es: «¿Por qué no tú?».
¿Es acaso justo que algunas personas tengan cáncer, diabetes, esquizofrenia, o enfermedades cardíacas? ¿Son acaso culpables? La justicia es una idea popular entre los seres humanos, pero con la que la Madre Naturaleza ha sido bastante avara.
El alcoholismo jamás es justo, pero existe y al­gunas personas caen en él.
Considérese al alcohólico que se sienta en una reunión de AA y se dice: «¡Bah! Eso nunca me ha pasado. No soy como estos que están aquí», pa­sando por alto el hecho de que por cada diferencia él tiene dos cosas en común con ellos, la primera, la razón por la cual ha acudido a la reunión.
Para este alcohólico será difícl aceptar el apoyo y los consejos de los demás. Y un alcohólico (o cualquiera) que se obstina en que los demás vivan según su norma está destinado a vivir una vida de frustración y desilusión. Los demás tienen sus pro­pias normas y asuntos, que con mucha terquedad, tratan de observar y resolver.
Una vez oímos afirmar a un conocido psicó­logo que: «Las personas que siempre están aburri­das son generalmente aquellas que pretenden que la vida las divierta». Siempre nos ha dejado perple­jos oír a un alcohólico asegurar que la sobriedad es aburrida o que las reuniones de AA son pesadí­simas.
Creíamos que AA era para aquellos que querían dejar la bebida, y que las películas son para los que quieren divertirse.
Y por último, están aquellos que prefieren guardar toda clase de resentimientos. De todos los peligros para la sobriedad, tal vez éste es el peor.
El resentimiento no es simplemente la cólera. Es la cólera por una situación en la cual usted se siente la víctima y además insultado, utilizado o perjudicado. Los resentimientos nos recuerdan lo ilusorio de la afirmación «la vida es bella», y hace del simple consejo de «vivir un día cada vez» una imposibilidad. ¿Cómo se puede estar en el pre­sente cuando se actúa como si la vida estuviese controlada por el pasado?
Por ejemplo: «Me dejó hace cinco años. Por eso bebo».
Claro. El mejor remedio para una aflicción con­siste en regalarse una cirrosis hepática.
Veamos este otro caso: «No quiero ir a AA; tuve una experiencia desagradable cuando fui allí hace un par de años».
Evidentemente, no tiene sentido censurar una organización de un millón de personas sólo por una experiencia con uno de sus miembros, a
quien muy probablemente jamás volverá a ver otra vez.
Cada alcohólico que aborda el Cuarto Paso lo interpreta de una manera diferente a los demás. Y una advertencia: el Cuarto Paso por sí solo es de poca utilidad. Llega a ser realmente valioso cuando se lo combina con el Quinto.

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