Recogiendo los pedazos

La preocupación de la familia será: «¿Qué pa­sará esta noche cuando papá llegue a casa?»
Todo ello representa una malinterpretación de los hechos comprensible, inevitable y completa­mente destructiva.
Transcurrido un tiempo, el alcohólico llega a darse cuenta de la creciente desconfianza de su fa­milia, de la reacción negativa que en ella provoca. Para justificarse apela a sus mecanismos de de­fensa.
Adereza tales episodios a su gusto contándose una versión de los hechos menos acusadora. Culpa a otras personas, incluso a las que hace daño. Niega que los hechos hayan ocurrido, convencién­dose de la locura de los demás, y se aparta de la gente y se aisla. Estalla ante la crítica más leve o re­husa tratar el problema. Sobre todo trata de olvi­darse de todo con más alcohol.
Entonces ya tenemos establecido un círculo vi­cioso. Cada síntoma de pérdida de control se com­plica con una reacción de los otros, seguida de una reacción opuesta del alcohólico. Sucesivas capas de errores y malentendidos se van acumu­lando. Finalmente, cuando la seriedad de estos síntomas asoma en la conciencia del alcohólico, por ejemplo, cuando le ponen una multa por con­ducir bebido, o cuando recibe una advertencia de su jefe por faltar los lunes, en vez de sentirse esti­mulado a resolver el problema, se siente inducido a beber más. Esto es añadir leña al fuego ya que
se tratan las consecuencias de la bebida con las causas.
Al cabo de algunos años, el alcohólico, se de cuenta o no, se sentirá invadido por la culpa. Y esta culpa también puede haberse transformado en parte del problema como la enfermedad misma, ya que seguirá bebiendo para ahogar su re­mordimiento.
He aquí la importancia del Octavo Paso. No es ni más ni menos que un remedio específico para la culpa resultante de sus actos mientras está be­bido, y también es una alternativa a la depresión y al reiterado acto de beber.
Esta alternativa consiste en hacer enmiendas. Su propósito es el de curar antiguas heridas y per­mitir al alcohólico olvidar las faltas del pasado y atender plenamente las necesidades del presente.
Tal como hemos visto, todo cambio supone no una sino dos acciones. La primera, como explica­mos, es asumir una buena disposición.
He aquí cómo ha de hacer el Octavo Paso.
Primero siéntese y haga una lista de las perso­nas a quienes cree que ha hecho daño cuando bebía.
Sabrá quiénes son, no necesita buscar a todos los que alguna vez ha insultado, cada factura que ha pagado más tarde de lo que debía, este Paso no está dirigido a ellos. En cambio observe el daño que su alcoholismo ha causado a aquellos que realmente importan en su vida.

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